TATH
Si pudiera hablar de ti…
Seria con la calma de los años, serena, así como me suelo
enfrentar a los acontecimientos.
Si quisiese hablar más de ti, diría solo verdades y contaría
lo que pesa el vacío cuando resulta que tu existías y yo no tenía nada…
Podría enumerar si supiera, las veces que te he pedido entre
risas o ecos… Te fui dibujando, pincelada a pincelada y rellenándote de colores
con lo que ahora brillas para mí.
Quisiera explicarlo si me dejas, te esperaba con la puerta
cerrada, cerrojos de hierro, tablones de madera de palisandro atravesados en
cruz, cremallera en el pecho, lengua afilada y manos frías. Recibí tus brindis
con las pupilas dilatadas, carcajadas enormes… Te miraba las manos… Te olía el
pelo… Te juro que busqué tus ojos y me quedé.
Me hundí con el pecho inflado por ser heroína en el iceberg
que tenías allí montado… Por la rendija más recóndita e invisible, te
deslizaste y como saliendo del coma mas intenso, me quede quieta, me pare a
escucharme, te sentí a ti, el animal que llevo dentro me daba coletazos a la
altura de los pulmones… golpes… revive…
¿Es contar demasiado? Tú también estabas allí, volaron
golondrinas por nuestro encuentro, tiraron fuegos, sonó una orquesta, y para
sorpresa del mundo, fue lento… con el mismo cuidado con el que abrazas a un
recién nacido, con esa fragilidad de quien te abraza en la estación, cuidando
no romper ningún cristal, y nos miramos como quien ve por primera vez, horas….
Horas… Me vi ahí dentro y me sentí en casa aun no teniendo muy claro ese concepto
tan familiar.
Algunos meses después sigo escapándome a tus brazos. El
iceberg ya no existe…
Aun tengo la certeza de este amor que me has regalado. Lo estoy
guardando dentro de mi pecho y gestionando como nunca el no decorarlo o
mancharlo con cosas absurdas.
Te he contado el lado mas oscuro de mi existencia, ves cada
dia mi lado mas infantil, también el caótico, el desorden, las dudas, las
inseguridades. Tu vas… y me catalogas de comediante…
Te he hecho una escultura en mi mente con pose de super heroína…
Imagino una placa de bronce en la que pone “El amor todo lo puede”. Quizá no
sea una frase muy celebre o novedosa, pero, me dan ganas de explicarle al
universo que has tenido la razón en todo momento…
He conseguido hablar de ti… Solo un poco… Nadie nunca sabrá,
los miles de motivos por los que me gusta verte bailar y todo lo demás…
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Ahora cuéntame tu... o si eso nos tomamos un café...